El descubrimiento de la ley de la Evolución en el mundo material ha preparado a los hombres para el conocimiento de la ley de causa y efecto en el mundo mental. El pensamiento no es menos ordenado y progresivo que las formas materiales que lo encarnan; y no sólo las células y los átomos, sino también los pensamientos y los actos están cargados de una energía acumulativa y selectiva. En el reino del pensamiento y de la acción, el bien sobrevive, porque es el “más apto”; el mal acaba por perecer. Saber que la “ley perfecta” de la Causalidad lo abarca todo, tanto en la mente como en la materia, es liberarse de toda ansiedad respecto al destino último de los individuos y de la humanidad…
“Porque el hombre es hombre y dueño de su destino” -.
Y la voluntad en el hombre que está conquistando el conocimiento de la ley natural conquistará el conocimiento de la ley espiritual. La voluntad que, en la ignorancia, elige el mal, a medida que la sabiduría evoluciona y emerge, elegirá el bien. En un universo de ley, el dominio final del mal por el hombre está asegurado. Sus destinos menores de separación y dolor, derrota y muerte, no son más que pasos disciplinarios que conducen al Gran Destino del dominio triunfante. Él mismo está construyendo inconscientemente, aunque con las manos laceradas y el cuerpo encorvado por el trabajo, el Templo de la Gloria que le proporcionará una morada eterna de paz. En este volumen he tratado de exponer algunas palabras indicativas de esta Ley y de este Destino, así como de la manera en que funcionan y se construyen; y he dispuesto el tema de modo que el libro sea un volumen complementario de la Vida Triunfante.